martes, 30 de abril de 2013

Operación bikini

Me he decidido, ya no pasa ni un día más, al fin y al cabo, tenía que llegar tarde o temprano... Hoy empiezo la operación bikini. Me he puesto a dieta, y no la del cucurucho precisamente (bueno, cambiemos "precisamente" por "exclusivamente"). En fin, como iba diciendo, estoy oficialmente a dieta, me he propuesto perder unos kilitos para sentirme mejor conmigo misma, y como la idea de ir al gimnasio o hacer jogging me da muchísima pereza, voy a reducir y controlar mi ingesta de alimentos... aunque un helaito sí que me comía yo ahora...

Como dicen que más vale malo conocido que bueno por conocer, he rescatado la dieta que me puso el endocrino cuando tenía once años, con la que me quedé encanijá perdía. Este régimen es de los que te permite comer lo que quieras, sólo tiene una pequeña pega, y es que no puedes comer nada que empiece por P, pero quien hace la ley, hace la trampa... Así que yo no comía pasta, sino espaguetis o macarrones, tampoco probaba el pan, sólo lo rellenaba con paté y desayunaba un bocadillo, y cuando me apetecía algo dulce no compraba pasteles, sino caracolas de chocolate. El problema de la dieta es que acabé un poco obsesionada con la P-letrita: dejé de patinar, tuve que echar al perro de casa, doné mis Pepe Jeans a la parroquia y nunca recogí los paquetes que mi abuela me mandaba por correo. Y ahora estoy pensando en cómo decirle a mi pareja lo de la dieta esta...




lunes, 29 de abril de 2013

Limones y perspectiva

Siempre he oído que cada uno cuenta la feria según le va y que todas las cosas dependen del prisma con el que se miren. En mi caso, el prisma se traduce en la circunstancia que me rodea, en la compañía.

Y es que parece mentira cómo puede llegar a cambiar una situación cuando estás acompañado de esa persona que consigue que todos los momentos sean únicos y especiales, cómo algo, que incluso no te gustaba, con ella es totalmente distinto, y te encanta... Fíjate si es especial su compañía, su apoyo, su "estoy aquí", que hasta consigue que recuperes la ilusión en algo que ya no la tenías, y no sólo la recuperas, sino que la coges con muchas más ganas porque ella está ahí, dándote ánimos, cogiéndote de la mano y apretándotela, diciéndote que está contigo para lo bueno y lo malo, que puedes contar con ella y que ahora es cosa de los dos...

Y da igual si en mi feria llovió y en la tuya no, y si el prisma con el que miras es un hexaedro y el mío un icosaedro, porque al final, todo esto de la perspectiva, no es más que una metáfora de las circunstancias que nos acompañan y nos condicionan cada día, lo que importa es tener ganas de que no se mojen los farolillos, y si a pesar de ello se mojan, sacar el niño interior que llevamos y dejarlo que disfrute haciendo figuritas con pasta de papel. Ya sabes, si la vida te da limones...


viernes, 26 de abril de 2013

Trasteando...

Yo no soy desordenada, es que guardo las cosas y no me acuerdo dónde, pero desordenada, no... Sí que es verdad, que el hecho de tener cincuenta pares de zapatos guardados en tres sitios diferentes, hace que haya encontrado esta mañana esas botas con vueltas de lana que tanto me gustan, y resulta que mi gorrito para el invierno no se lo presté a mi madre después de todo, y al final tampoco me habían robado los patines...

Y es que, aunque no soy desordenada, tengo muchas cosas: mucha ropa, muchos zapatos, muchos complementos, muchos abrigos, muchos papeles... y mucho sitio donde guardarlo todo y claro, ahí empiezan los problemas... Para más inri, soy un poco urraca, que no Diógenes, como dice mi madre, lo que pasa es que hay que saber aprovechar las oportunidades que se te presentan: como ese espejo de cuerpo entero que encontré en el contenedor y que quedaba estupendamente en mi estudio, o el tambor de aquella lavadora para guardar las patatas y las cebollas,... pero lo de urraca viene por otro lado, y es que me gusta guardar las entradas de cine, aunque con el paso de los años se haya borrado la tinta y no sepa de qué película son, o los tickets de la compra de regalos, incluyendo los de recién nacidos que ya tienen espinillas, o incluso, el plástico de pompitas de embalar, por si acaso me hace falta alguna vez para algún invento... Porque eso de que cuando tiras algo es cuando te hace falta, es una verdad como un templo, así que yo no tiro nada y recojo lo que podría necesitar alguna vez...

A mi madre eso no le hace mucha gracia, lo peor es cuando se le cruzan los cables y me dice que ordene mi cuarto (o peor, mis cosas, porque al menos mi cuarto se reduce a una habitación), me paso el día entero moviendo de un lado a otro, un batiburrillo de lo que para ella son trastos... y claro, ya que saco un álbum de fotos, me pongo a verlas, ya que encuentro una carpeta con las cartas de mis antiguos novietes, me pongo a leerlas, ya que encuentro el vibrador... Bueno, os dejo que tengo que seguir ordenando mi cuarto...


lunes, 22 de abril de 2013

Mi Grey particular

Estaba de pie, junto a la encimera, amasando los ingredientes del postre que estaba preparando, cuando sin previo aviso, sentí un delicado cosquilleo en la nuca, un sutil roce que me erizó la piel del cuello y que se extendió por todas mis extremidades. Cerré los ojos y noté la calidez de su presencia junto a mi oído, el contraste de un leve soplido de aire fresco, la humedad templada de su lengua y la prisión de sus incisivos alrededor del lóbulo de mi oreja. De repente, mis caderas se hallaron recorridas por sus manos, que buscaban sin prisa un atisbo de piel entre mi ropa, haciendo que me retorciera impaciente por sentir su suave tacto sobre la curva que dibujaba mi cintura y que tan loco le volvía. Cuando por fin nuestras pieles se pusieron en contacto, mi cuerpo cedió y quedé apoyada en la encimera, las piernas me temblaban mientras sus dedos se deleitaban en recorrer, con un rítmico vaivén, mi vientre y mi espalda; lo único que me mantenía en pie era la fuerza que él hacía mientras me aprisionaba entre su cuerpo y la encimera. Empezó a recorrer mi cuello despacio, con besos tenues y sosegados, el roce áspero de su barba de dos días me hacía estremecer mientras me atrapaba apretando su cuerpo contra mis nalgas y, poco a poco, sus labios dejaron paso a su lengua que, juguetona, me recorría, y ésta a sus dientes, que comenzaban a morder desesperados la piel de mi garganta, a la vez que sus manos me impedían mover la cabeza para mirarle o besarle. Me quitó la camiseta y su boca siguió paseándose por mi cuerpo, desesperada, primero los hombros y después la espalda, alternando el juego de su lengua, sus labios y sus dientes. Sentí un tirón y me vi libre del sujetador, de repente sus manos se encontraron en mi cintura y con un movimiento rápido me giró, quedándonos frente a frente, por fin podía besarle... pero no lo hice. Me sentía cada vez más excitada y la combinación del fuego que veía en sus ojos junto con su boca entreabierta, me hacían enloquecer, no bastaba un simple beso, ni siquiera uno apasionado, acerqué mi boca a la suya y mordí su labio inferior hasta que dio un leve grito de dolor, sus manos estaban en mi cintura y se turnaban acariciando mi espalda desnuda y apretándome contra él... 

Fue en ese momento cuando empezamos a devorarnos, cuando nuestros instintos más básicos afloraron, cuando su boca, como la de un niño pequeño, buscaba mis pechos, pero para morderlos hasta hacerme gritar, cuando arañé su espalda hasta dejarle las marcas de mis uñas y mordí sus brazos hasta que le salieron cardenales... fue en ese momento cuando la pasión que nos embargaba fue tal, que las caricias se quedaban cortas y los besos nos sabían a poco, tanto fue así, que las caricias se vieron convertidas en guantadas y zarpazos, y los besos en mordiscos...

Hoy me duelen los pezones y tengo el culo morao', las agujetas me matan y voy a tener que ponerme una camiseta de cuello vuelto, pero estoy deseando repetir...


martes, 9 de abril de 2013

Cómo cambia el cuento...

Esta mañana me he despertado con uno de esos días en que te da por reflexionar, y me he puesto a hacer un repaso de lo que es mi vida ahora, uno de esos días en los que te das cuenta de que, realmente, el tiempo pasa y no en balde...

No hace tanto, mi vida estaba encauzada, prácticamente resuelta: tenía buena relación con mis padres, novio desde que era adolescente, una casa recién comprada que estábamos reformando a nuestro gusto sin olvidarnos de los niños que queríamos tener, la carrera casi acabada y un empleo asegurado al terminar, tres sobrinos a los que adoraba, una familia política que me quería como si siempre hubiera formado parte de ellos... lo que ya he dicho, mi vida solucionada al fin y al cabo...

Los problemas empezaron cuando me di cuenta de que lo que estaba haciendo no era vivir, sino sobrevivir: ya no tenía esa sonrisa tonta que te sale cuando eres feliz, ya no existía ese brillo en mis ojos, ya no había temas de conversación ni nada que hacer juntos, ya no quería estar a solas con él porque acabábamos discutiendo, intentaba retrasar todo lo posible el momento de quedar para que las horas juntos fueran las menos posibles, le decía que teníamos que hablar, que las cosas no estaban bien... y él decía que eran tonterías mías... siempre eran tonterías mías... y fue entonces cuando me resigné y pensé que seguramente tenía razón, sólo eran fantasmas que veía yo... Hasta que apareció él...

Y descubrí que es posible despertar cada día con una sonrisa, y que ese brillo permanecía en mis ojos de forma perenne, y que reía con ganas como no lo había hecho nunca... fui consciente de que por primera vez en muchos años estaba dedicándome a vivir, que era feliz... Y también por primera vez, me replanteé cambiar las cosas, dejarlo todo atrás, y me di cuenta de que lo único que me daba pena dejar atrás era a los que hasta entonces habían sido mis sobrinos y que si daba el paso, dejarían de serlo... y lo dejé todo...

En un año, mi vida no tiene nada que ver con lo que era: no pasa un día en que no haya reído a carcajadas, no ha habido un sólo día que no haya merecido la pena... lo único que empaña esta felicidad, es la relación con mis padres, ya no me hablan apenas y no dejan de reprocharme todo esto, yo pienso que deberían alegrarse por mí, que deberían ser felices porque ya no vuelvo a casa cada día con los ojos hinchados de llorar... pero supongo que no se puede tener todo en la vida...