domingo, 28 de octubre de 2012

De pelea con el tiempo

Llegó el momento de meterle mano al reloj, de recorrer sus intimidades alterando su funcionamiento, de entrometernos en su marcha normal, llegó el momento de cambiar la hora. ¿Toca adelantar o atrasar? Nunca me entero, pero se ve que no soy la única...

En la escuela, no sé cómo se las apañan, pero ningún año hacen bien el cambio de hora. Recuerdo mi primer año en el mundo universitario, en el interior de ese llamado edificio inteligente, que de inteligente no tiene mucho, porque en invierno nos asamos como pollos y en verano parecemos esquimales, enfundados de arriba a abajo con polares y bufanda. Volviendo al tema de la hora, que luego dicen que las mujeres le damos veinte vueltas a todo para contar algo, el encendido y apagado de luces y aparatos de climatización está programado y se ve, que después de todos los años que lleva la escuela en funcionamiento, aún no han dado con la tecla de "horario de invierno" y "horario de verano", así que todos los años nos dejan a oscuras antes de que acaben las clases de la última hora, los alumnos nos hartamos de reír, porque en ese momento sacamos los móviles y los utilizamos como linternas (y aprovechamos para mandar algún whatsApp que otro, para qué voy a decir otra cosa).  Con esto del cambio de hora, sé de uno que llegó antes de tiempo a su propia boda, porque no se acordó de darle una vuelta de tuerca a las manecillas del reloj, y, desesperado, pensó que lo habían dejado plantado en el altar. Pero lo mejor de este invento del horario de invierno, es poder pasar tiempo con la persona a la que quieres y que, sin darte cuenta, el día te regale una hora más para poder disfrutarlo al máximo, una hora más de besos, de caricias, de miradas, de sonrisas, una hora más que poder robarle al reloj, una hora más para olvidarse del mundo y poder fundirse en un sólo cuerpo sin prisas, sin estar pendientes del tiempo, sin que exista nada más... Al fin y al cabo, un regalo más de ésos que a veces nos presenta la vida.

Charles Chaplin dijo: "El tiempo es el mejor autor: siempre encuentra un final perfecto".



miércoles, 24 de octubre de 2012

Cuando menos te lo esperas...

¿En qué momento empezó todo?¿Cuándo dejó de ser un entretenimiento para convertirse en algo que realmente me importaba? No lo sé. No sé cuál fue el comienzo, no sé qué cambió, no sé qué ocurrió, no sé por qué, sólo sé que de repente pasó...

Todo comenzó como un simple pacto, un acuerdo para pasar un buen rato, simplemente era un tiramillas: pasarlo bien y nada de sentimientos y, al principio, lo fue... Tengo las imágenes de los primeros días grabadas en mi cabeza. Recuerdo un encuentro en una rotonda, un cruce de miradas, recuerdo verlo parar el coche y recuerdo como salí corriendo para casa entre descolocada y temerosa. Recuerdo quedar con él en una cochera y pasar una hora y pico de pie, hablando, sin apenas mirarnos a los ojos, recuerdo que fue una situación extraña pero que ambos estábamos cómodos dadas las circunstancias. Hoy en día, aún recuerdo que pensé que no quería volver a verlo, pero había algo que no dejaba que fuera así, de modo que volvimos a quedar, recuerdo que le dije que lo mejor para que no quisiera seguir viéndome era pasar conmigo dos horas seguidas, recuerdo que me dijo que mi remedio era un mojón y me miró a los ojos, y entre divertido y tranquilo, reprimiendo una sonrisa con la boca, pero no con los ojos, me pidió un beso, bueno no, me preguntó si podía darme un beso, y sin saber por qué, asentí.

Recuerdo los encuentros furtivos, encerrados en un coche en cualquier aparcamiento, escondiéndonos del mundo, recuerdo hablar mucho, escuchar la radio y algún beso ocasional, recuerdo que me acariciaba la mejilla y que yo cerraba los ojos y me fundía con su mano, recuerdo una mirada tierna, llena de un cariño no pactado, que se mantenía fija en mis ojos mientras me besaba el dorso de la mano, recuerdo el roce sutil de sus dedos por el borde de mi blusa, los anillos que hacía jugando con mi pelo, me di cuenta de que esa forma de acariciar no era la de un entretenimiento vacío. Recuerdo que pronto dejó de ser un tiramillas, que todo cambió para los dos en poco tiempo, recuerdo que fue cuestión de vernos cuatro o cinco veces para que nuestras miradas delataran lo que nosotros callábamos. Recuerdo haber levantado un muro en una ocasión, un muro contra lo que podía hacerme daño, y dejarlo caer inconscientemente de un día para otro. Recuerdo no querer ilusionarme y no dejarme llevar porque no podíamos permitírnoslo, porque ambos teníamos una vida, recuerdo que la curiosidad mató al gato y a mí me dio un bofetón y que por cotillear en su facebook me topé de bruces con esa parte de su vida en la que yo no estaba presente y que seguía existiendo de forma paralela a nuestros encuentros. Recuerdo que le dije que al día siguiente tenía que contarle algo, recuerdo que iba a despedirme contra mi voluntad, antes de que todo explotara, antes de volar más alto, recuerdo que estuve a punto de romper el pacto del tiramillas y recuerdo que al final reculé y le dije que era muy bonito el suelo de su casa...

Recuerdo que tras quince o veinte días me dijo que teníamos que hablar, recuerdo que una parte de mí estaba tranquila, pero que la otra parte estaba aterrorizada. Recuerdo un café en cualquier cafetería de cualquier pueblo perdido y una frase: "en menos de un mes ha estado a punto de escapárseme un te quiero más de una vez". Recuerdo dejar de escondernos en ese momento, porque no había nada que mostrar a nadie, sólo a nosotros mismos, recuerdo sus ojos fijos en los míos, unos ojos que me lo decían todo, sin necesidad de palabras y que no necesité explicarle nada, que él lo entendió todo con sólo una mirada. A partir de aquella tarde nada ha vuelto a ser igual, nunca sé lo que me espera cada día, cada segundo con él es una ilusión, una sorpresa, es una sonrisa permanente, cada segundo que podemos robarle al reloj de nuestras vidas lo es todo. No sé qué he hecho para merecer lo que estoy viviendo, no sé si después vendrán lágrimas, sé que no está bien si tenemos que escondernos, pero no veo nada de malo en ser feliz y por una vez en mi vida, soy completamente feliz y me atrevo a decir que los dos lo somos...

Benjamin Franklin dijo: "La felicidad humana generalmente no se logra con grandes golpes de suerte, que pueden ocurrir pocas veces, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días".



martes, 23 de octubre de 2012

A última hora

"Cuando digo que eres genial es por algo. 
Cuando digo que como tú no hay otra, lo digo convencido.
Cuando digo que además de especial eres increíble, no lo digo por decir.
Cuando digo que tienes tela de arte es porque me río contigo cuando hablas y cuando callas, porque cualquier gesto tuyo es un discurso... No he visto en mi vida unos ojos y una cara más expresivos, nunca...

Y así es normal enamorarse.

Lo raro sería no hacerlo.
Lo raro sería tener la suerte de compartir contigo el tiempo que me estás regalando y no caer en tu bendita red.
Lo raro sería no intentar por todos los medios retenerte, dejarte pasar, no querer que formaras parte de mi vida.

Y no quiero dejarte escapar.

Me niego.
No estoy dispuesto a renunciar a ti y a todo lo que significas para mí, a todo lo que me estás dando y a todo lo que estoy viendo en ti.
No estoy dispuesto a renunciar al inmenso placer que me produce escucharte decir que eres feliz como nunca, que nunca habías estado así, que me quieres y que te vuelvo loca, que piensas en mí constantemente.
No estoy dispuesto a renunciar a seguir haciéndote feliz mientras me dejes y pueda.

Y me da igual lo que cueste y el tiempo que me lleve.

Nada me importa que no seas tú.
Mi vida gira ahora en torno a ti.
Todo el tiempo contigo es poco y todo el tiempo sin ti es perdido.
Cada noche me acuesto a tu lado y cada día me despierto con tu sonrisa reflejada en la mía.

Y no tengo prisa.

Sé que estás y estarás porque me lo dices y me lo creo.
Sé que los dos sentimos de corazón todo lo que nos decimos.
Sé que puedo confiar en ti a ciegas y lo hago.
Sé que los dos queremos más, aunque sea complicado.

Y sé que todo esto no puede quedar en nada.
Y sé que quiero quererte más de lo que ya lo hago.
Y sé que eres lo más maravilloso que podría haber puesto en mi camino quien quiera que maneje esto.
Y sé que te quiero.
Y sé que me quieres.

Y ya no me importa nada más que seguir viéndote feliz".

Y esto es lo que me he encontrado en mi bandeja de entrada a última hora del día, después de un lunes raro, una tarde larga de clases y un estado de ánimo un poco "plof". A última hora he recibido un rayo de luz inmenso. Me siento afortunada... sé que soy afortunada.




sábado, 20 de octubre de 2012

Sola entre la gente

Esta mañana estaba ojeando mi Facebook y me he con topado el caso de Amanda Todd, sé que la noticia tiene unos cuantos días, pero he buscado información sobre lo que le ocurrió a esta niña y me he encontrado con algo que, por desgracia, me es de sobra conocido...

Esta chica hizo algo de lo que no tardó en arrepentirse y como consecuencia sufrió el acoso de un desconocido, y lo que es peor, de los que ella pensaba que eran sus amigos... y es que eso del "bullying", algo que lleva existiendo muchos años pero que ahora, al tener un anglicismo que lo define, nos hace tener más conciencia social, te destroza, te destruye como persona, te quita las ganas de vivir...

De pequeña, era la típica niña gordita con cara de inocente, y no sólo la cara, era de esas niñas que no pillaban una y que eran muy infantiles. Cuando empecé el colegio tenía cuatro años, recuerdo la intensidad de las dos primeras semanas: los madrugones, el trayecto en autocar, los compañeros y compañeras de clase, los recreos... recuerdo que pensé para mis adentros que era lo mejor que había conocido, porque donde yo vivía no tenía vecinos ni primos con los que jugar y además soy hija única, así que tenía la oportunidad de estar con niños y niñas de mi edad, cosa que desconocía por completo... pero, de repente, un día todo cambió. Una mañana, al ir al colegio en el bus, me sentaron junto a una niña de mi clase, como éramos muchos, nos ponían muy apretados y se ve que a ella no le hizo mucha gracia que me colocaran allí... recuerdo que ese fue el comienzo de todo. Empezó a pellizcarme para echarme fuera del asiento, me tiró del pelo durante todo el camino y me dio patadas y puñetazos, al principio aguanté un poco, pero después acabé "chivándome" a la profesora que iba en el autocar, así que la castigaron. Mi mala suerte hizo que esa niña fuera de las llamadas "populares", de esas que tienen una pandillita de monos imitadores a su alrededor... a partir de ese día mi vida fue un infierno. Al principio sólo fueron insultos, nadie me hablaba, y los pocos que lo hacían era para ofenderme, para llamarme gorda, foca o subnormal, empezaron a desaparecer mis libros y mis cuadernos y cuando reaparecían, lo hacían llenos de pintadas, de palabrotas que ni siquiera sabía lo que significaban, con las portadas rotas o llenos de escupitajos. Recuerdo que no podía pedirles ayuda con los deberes a mis padres, porque me daba vergüenza que vieran los libros y los cuadernos, recuerdo que un día mi madre me estaba guardando el bocadillo en la mochila y vio el libro de matemáticas destrozado, recuerdo que me cayó una bronca monumental y recuerdo que no podía justificarme. Después llegaron los empujones, las zancadillas y demás agresiones que podían parecer accidentales, de ese modo, si se me ocurría decirle algo a algún profesor, había un grupo de unos veinte o treinta niños que dirían que fue sin querer, y sería su palabra contra la mía. Pasados un par de meses, la cosa fue yendo a peor, recuerdo un día muy frío de noviembre en el que tuve que volver a casa sin abrigo porque había desaparecido misteriosamente, recuerdo la bronca de mis padres al enterarse, recuerdo los castigos, recuerdo a mi madre gritándome con las lágrimas saltadas que no sabía qué hacer conmigo, recuerdo que quería decirle que no era mi culpa... Ese mismo mes, los accidentes pasaron a ser palizas en toda regla, un miércoles en el autocar, me sujetaron entre cuatro para dejar a los otros siete que se desahogaran a gusto conmigo, aún siento el dolor de las patadas y puñetazos en el estómago y en la espalda, recuerdo que al llegar a casa, mi madre quiso bañarme y le tuve muy malas contestaciones para que se enfadara y no lo hiciera, recuerdo mirarme al espejo estando ya sola, recuerdo ver todo mi cuerpo lleno de cardenales, recuerdo llorar en silencio y hacer un gran esfuerzo para meterme en la bañera. Llegó un momento en que no me sentía segura ni en mi propia casa, me dejaban notas en el buzón o me llamaban por teléfono para insultarme, pero lo peor era cuando descolgaban mis padres, les contaban no sé qué historias y al final era volver a lo de siempre, más dolor y más reproches que no podía rebatir. 

Durante ocho años, los únicos periodos de tiempo en los que podía olvidarme un poco de todo este infierno eran las vacaciones de verano y las de Navidad, me daba pánico que llegara septiembre y todos los años tenía la esperanza de que en el siguiente curso cambiara algo... pero ese cambio nunca llegaba. Lo peor no eran los golpes ni las humillaciones, lo peor era la soledad, saber que no tenía a nadie que pudiera entenderme, nadie con quien hablar, sentir que no valía nada y que hasta mis padres estaban hartos de mí. Todavía no he logrado entender cómo unos niños pequeños pudieron marcar tanto mi vida, aún no he olvidado sus nombres y sé que nunca lo haré. Me hicieron perder mi infancia y mi inocencia, pero ahora soy como soy por ellos, y aunque no les agradezco en absoluto esos años, han hecho que me dé cuenta de lo fuerte que puedo llegar a ser.

Con esta entrada no pretendo dar pena, no pretendo contar mi historia, ni aparentar lo que no soy. En estos casos no vale eso de intentar ponerse en el pellejo del otro, no sirve de nada la empatía, ni la lástima, sólo el que ha pasado por eso sabe lo que es. En estos momentos, me gustaría que no sólo leyeran mi blog adultos, sino también niños y adolescentes, para que, si conocen un caso de éstos, no miren hacia otro lado y no contribuyan a hacer un infierno de la vida de nadie. 


viernes, 19 de octubre de 2012

En clases

Nunca me había parado a pensar en lo que puede dar de sí una clase. Dos horas que se presentan eternas en un principio, y a medida que va pasando el tiempo, se tornan demasiado cortas...

En horas de clase se puede hacer de todo, tirar de whatsApp y mantener una conversación (absurda o no) con alguien del exterior, o incluso con la persona que tienes sentada al lado, y de vez en cuando se vuelve necesario reprimir una carcajada, esconder la sonrisa floja, disimular una subida de temperatura o incluso enjugar alguna lágrima para pasar inadvertido. También está el típico cuchicheo por lo bajini, que luego resulta no ser tan por lo bajini... y es que el otro día en clase, el profesor estaba dando su opinión sobre lo maravilloso que es Dropbox, inocente de mí, les comenté a mis compañeros de banca en voz baja: "donde se ponga un buen pen, que se quite Dropbox", pero se ve que el concepto de "voz baja" fue relativo porque empezó a reírse la clase entera... y ahora me llegan a mi whatsApp mensajes tales como: "Vivan los pens grandes" o "¿Cotizando para comprar pens de alta capacidad?"... y en esos momentos es cuando pienso que todas las situaciones ridículas me pasan a mí y cuando recuerdo las conversaciones sin sentido que mantenían en primera fila y a toda voz, mis compañeros de clase de BBDD sobre los métodos de depilación púbica y sobre quién era capaz de mover más los pechos... 

Pero lo mejor son los ratos entre clases, esos quince minutos para el cigarrito de las 17.00h, que a veces se prolongan a treinta minutos y el cigarrito pasa a estar acompañado de un café. Son ratos de risas, de encontrarse con compañeros de otras clases, ratos de comentarios, de bromas, de contar batallitas de  cuando quemaron la calle Betis, de recordar momentos de compañeros míticos... y es que en todos sitios está el típico bocazas pesado del que todo el mundo huye, ese al que le dan calabazas mil veces y sigue intentando pillar cacho hasta llevarse un bofetón, el que va de mafioso con los profesores y de chulito con las féminas y al final acaba siendo el centro de todas las conversaciones imitación incluída, el friki que mira raro y te olisquea cuando cree que no te das cuenta, el gótico que lleva tatuada una maquinaria en la parte exterior de la pantorrilla derecha, la pija con sus mega-taconazos con los que no sabe andar, el perro-flauta que tiene toda la destreza del mundo liando cigarrillos y el emo que te mira con cara de "quiero suicidarme y no puedo"...

Y es que lo mejor de la Escuela son esos momentos, los de descanso y los de risa de misa en clase, aunque voy a tener que plantearme una mudanza a la fila de atrás, porque eso de estar a pie de pizarra poniéndole ojitos y sonrisas flojas al profesor...empieza a pasarme factura.


jueves, 18 de octubre de 2012

En el buzón...

Hola, mi sol

Llevaba tiempo queriendo escribirte de mi puño y letra, y hoy he encontrado el hueco. Llevaba tiempo queriendo hacerlo porque no sé por qué contigo me apetece hacer muchas cosas, las haga normalmente o no. De hecho, fíjate si no estoy acostumbrado a escribir a mano, que ya me está doliendo la muñeca.

Y es que me haces sentir diferente, además de especial, diferente. Me haces sentirme un privilegiado, un afortunado. Alguna vez te he comentado que le estaba agradecido a la vida porque nunca me ha tratado mal, porque no tengo grandes malos momentos, pero empiezo a pensar que la vida está enamorada de mí, porque a estas alturas, presentarse con un regalo como tú no es normal, pegarme este bendito golpe que repetiría una y mil veces es más de lo que nunca hubiera soñado. Y es que eso es lo que me haces... me haces soñar, sentir, flotar. Había oído hablar muchas veces de la famosa nube, pero hasta ahora no he llegado a comprender lo que era realmente, hasta que no has aparecido tú no he sentido lo que es, lo que significa olvidarte de todo lo demás, de dedicarte a flotar, a dejarte llevar, a no quererte bajar nunca de esa sensación única y extraordinaria, esa que por lo visto desconocía...

Te quiero. Te quiero como no he querido nunca a nadie. Lo tengo claro. Y tengo claro que no pienso dejar de hacerlo. Tengo claro que te quiero con todo, te quiero para mí. No quiero compartirte con nadie, no podría. Por lo menos ahora mismo no. No sé si llegado el momento de decidir si dejar de verte o tener que seguir compartiéndote para siempre, no podría vivir sin ti y cambiaría de opinión. El caso es que tampoco quiero pensar en ello, aunque esté a la vuelta de la esquina. No quiero pensar en ello porque no quiero que nada me distraiga y me haga perderme ni un sólo segundo de esto que me vuelve loco, de esto que me hace inmensamente feliz y dichoso, de esto que nunca podré agradecer lo suficiente. Me paso los días con ganas de reír, de gritar, de que todo el mundo sepa de una vez que soy feliz a tu lado, que te quiero sin límites ni condiciones, que eres lo que quiero y necesito en mi vida. Lo eres todo para mí.

Y es que eres un ser maravilloso, una estupenda persona aunque tú no sepas o no quieras verlo en ti misma. Eres generosa, agradecida, fuerte, leal, sincera y clara. Creo que si a eso le sumamos la dulzura que te cuesta sacar pero que destilas a raudales y ese puntito tuyo que sabes darle a las cosas, no puedo más que quererte e intentar por todos los medios no dejarte escapar.

No sé si con estas letras te estaré diciendo algo nuevo o no. El caso es que me apetecía hacerlo así. Me apetecía decirte así una vez más, que eres lo más maravilloso que me ha pasado y que te quiero con cuerpo, alma, corazón y cabeza. Te quiero y te amo.

Te quiero a mi lado por siempre, mi sol.

PD: no fecho este escrito, porque igual que lo he hecho hoy podría haberlo hecho ayer, hace una semana, o no sé cuándo...



Hoy me encontré ésto en el buzón de casa. Me he dado cuenta de que me quedo muy corta al hablar de sonrisas, miradas, sorpresas, detalles e ilusiones... Sólo puedo estar agradecida y creo que la mejor forma de agradecimiento posible es aprovechar la oportunidad que me da la vida para ser feliz...

martes, 16 de octubre de 2012

Detalles

Son esos pequeños momentos, que se convierten en recuerdos de esos de sonrisa floja y automática, momentos que condicionan tu día a día, esas pequeñas cosas que no tienen más importancia que la que tú quieres darle, como cuando tu mejor amiga te pregunta qué tal estás y sabes que lo hace de corazón, que se interesa por ti de verdad, o como cuando esperas a que den las doce de la noche y unos pocos segundos, para felicitar por su cumpleaños a esa persona especial, sin importar que el sueño luche por hacer que caigas rendido. También está ese simple mensaje de buenos días, el que recibes a diario, siempre con las mismas palabras y que te alegra la mañana, la tarde, la noche, el día completo en definitiva, o esa foto que te sorprende, de cualquier lugar o de cualquier cosa que ese alguien especial querría compartir contigo en ese momento, o incluso cuando utiliza tu coche a modo de tablón de anuncios y te deja una notita haciéndote saber que se acordó de ti... Otro de esos pequeños momentos, que en realidad no tienen nada de pequeños, es ese en el que abres el buzón de casa y encuentras un sobre gordito, lo observas y ves que tiene tu nombre escrito con su letra... y notas cómo se te dibuja una sonrisa en la cara, porque sólo a ella se le podía ocurrir hacer tal cosa... o cuando sales de casa una hora y pico antes de lo que deberías, para poder estar con ella o quedarte después de clases o del trabajo, cuando estás reventado y sólo quieres volver a casa para darte una ducha y ponerte el pijama, porque todo eso pasa a un segundo plano, porque lo que te importa es estar con ella... y por supuesto, esas caminatas de dos o tres kilómetros a las horas de más sol, sólo para verla, para hablar, para darle un par de besos, sin que te importe el calor ni el dolor de pies... y esas veces en que te suena el móvil sin esperarlo, das un respingo, contestas temblando y te dice que está en la esquina de al lado, que ha venido a cambiarte el tubo fluorescente fundido de la cochera... o cuando intenta sacar un segundo de tiempo libre de donde no lo hay, para mandarte un mensaje, para decirte que se acuerda de ti, que eres genial... incluso esa vez en que quedasteis en daros un toque para veros y la dichosa cobertura se interpuso, haciendo que llegara a tu móvil un mensaje de aviso de sesenta y una llamadas perdidas...

Y es que son esos detalles los que van construyendo tu vida, los que te hacen sonreír, ilusionarte, añorar, reírte a carcajadas en el lugar menos idóneo, los que te hacen afrontar la vida con el mejor de los estados de ánimo, los que te predisponen a ser feliz. Valoro mucho esos pequeños detalles que para mí lo son todo y quizá sea demasiado pesada al agradecerlos, pero daría lo que fuera porque las personas que me los regalan supieran lo que de verdad significan para mí esos gestos.

George C. Lichtenberg dijo: "La tendencia humana a juzgar importantes las pequeñas cosas ha producido muchas cosas grandes".


sábado, 13 de octubre de 2012

Y ahora, ¿qué?

Hoy es uno de esos días en que estás rara, bueno, en realidad, estoy así desde la tarde de ayer... Es uno de esos momentos en que te sientes apática, como si todo te diera un poco igual, una de esas veces que no tienes la fuerza que necesitas para enfrentarte a esa situación en la que te encuentras ... Y es que hay situaciones a las que no sabes cómo plantar cara, por muchas vueltas que le des, por muchas alternativas que barajes, siempre llegas a la misma conclusión: no existe una solución óptima, al final, alguien lo va a pasar mal y la mejor alternativa es aquélla en la que menos personas resulten heridas.

Tenía una vida hecha, con planes de futuro, planes que estaba empezando a llevar a cabo después de nueve años... pero las cosas cambian, las circunstancias, los sentimientos, todo va evolucionando con el tiempo y, a veces, ocurre algo inesperado que transforma todo lo que pensabas que era tu vida, y es entonces cuando empiezas a cuestionarte lo que querías, lo que pensabas que querías, lo que creías que era tu felicidad... y te das cuenta de que lo que había sido tu vida hasta ahora, era simplemente una forma de sobrevivir, de estar acostumbrada, de estar bien, pero no de ser feliz, te das cuenta de que no había sonrisas sinceras, miradas de esas que brillan, no había ilusiones, de que lo único que había era rutina, costumbre, inercia... Hace unos meses, alguien llegó a mi vida de casualidad, aunque más bien fue al revés, fui yo quien cayó de bruces dentro de su día a día. Esa persona le ha dado la vuelta a todo, a mis sentimientos, a mi corazón, a mi cabeza, a mi vida... me ha hecho olvidar mis planes de futuro, me ha hecho darme cuenta de que no puedo resignarme a tener una vida plana, me ha regalado ilusiones, sonrisas, carcajadas, sorpresas, miradas indescriptibles, caricias tímidas, me ha dejado ver lo que había dentro de ella y ha conseguido leer en mí lo que yo no le contaba, me ha hecho sentir especial, me ha regalado momentos de charlas eternas que se han pasado en un abrir y cerrar de ojos, en definitiva, me ha hecho feliz, tanto como no lo había sido en toda mi vida... pero el destino, el azar, la providencia, la casualidad, o como prefieras llamarlo, es caprichoso y en muchas ocasiones nos pone la miel en los labios para luego no dejarnos disfrutar de ella. Las circunstancias que nos rodean a los dos hacen que seamos cuatro personas, ambos teníamos sendas vidas antes de que nuestros caminos se cruzaran y sabíamos que lo que sentimos, o lo que sentíamos, era algo que traería problemas, que nos haría sufrir a nosotros, o a las dos personas con las que compartíamos nuestras vidas, sabíamos que en realidad sufriríamos los cuatro, porque al final todo se sabe, o se sospecha, siempre cambia algún hábito, algún gesto... 

Después de tanto pensar, de estar rara y de saber que al final siempre saldrá alguien lastimado, sólo me queda dejar que pase el tiempo, dejarme llevar y disfrutar lo que pueda, pero sé que cuando llegue el momento pensaré... y ahora, ¿qué?

La frase célebre de hoy es de Paulo Coelho: "Esperar duele. Olvidar duele. Pero el peor de los sufrimientos es no saber qué decisión tomar".




jueves, 11 de octubre de 2012

Aquellos maravillosos años

Se acerca el cumpleaños de mi sobrino el mayor, cumple trece años, y espera que su tita favorita le haga un regalo de esos que lo dejan con la boca abierta. Como no tengo ni idea de qué puede gustarle, empecé a tantear el terreno y le comenté que cuando yo tenía su edad (no hace tanto...), mis padres me regalaron un walkman... para qué le diría nada... me miró con cara rara y esa sonrisa que ponemos cuando escuchamos a nuestros padres intentando hablar como nosotros y sueltan expresiones del tipo "mega guay" o "monda lironda". En esos momentos me di cuenta de que ya no soy una niña, y de que las cosas han cambiado mucho en pocos años.

Recuerdo cuando ser pequeño consistía en no tener preocupaciones, en salir a la calle al volver del colegio y jugar con los amigos al fútbol, al trompo, a la comba, al escondite o a pillar. Recuerdo el "pase misí", la sillita de la reina y el "cheri morena cheri". Yo aprendí a leer con Micho y a sumar con los cuadernillos Rubio. Uno de mis mejores amigos de la infancia fue Atreyu, sus andanzas me hicieron reír, llorar y hasta llegaron a asustarme. Mis compañeros de aventuras fueron los libros de "El barco de vapor": de la serie blanca, "El jajilé azul"; de la azul, "Historias de ninguno"; de la naranja, "Fray Perico y su borrico" y de la roja "Finis mundi". Aprendí la diferencia entre cerca y lejos gracias a las lecciones de Coco, el Conde Draco me enseñó a contar hasta diez, Triki fue el culpable de mi adicción a las galletas de chocolate y descubrí que el teléfono fijo sigue funcionando cuando se va la luz, de la mano de Epi. En los recreos del colegio me dedicaba a cambiar cromos de "Bola de dragón" o estampitas perfumadas y un poco más tarde, a jugar a los tazos. Mis golosinas favoritas consistían en silbatos de caramelo, huevos de chocolate que escondían en su interior desde "Locodrilos" hasta cochecitos repletos de pegatinas, el famoso "Push Pop" tampoco se quedó atrás, aunque te pringabas de caramelo hasta las orejas, "Sugus" de todos los sabores (incluído el azul), "Peta-Zetas", con su consecuente irritación de paladar, "Phoskitos" y sin olvidar, por supuesto, la "Pandilla Drakis". En mis ratos de juegos me dedicaba a buscar a Wally, pegaba el "Blandi Blub" por cualquier sitio, construía máquinas imposibles con el "Mechanno", simulaba una granja con los "Pin y Pon", el "Tricky Bol"me sacaba de quicio porque siempre se me pasaba el tiempo, machacaba las palancas del "Tragabolas"...y mi perdición fue la "Sega Mega Drive", sí, la de 16 bits, esa en la que no existía la tercera dimensión y tenía los cartuchos más grandes que cualquier teléfono móvil de ahora, y que mi madre sólo me dejaba un par de horas a la semana. Mis amigos de la caja tonta eran "los Picapiedra", "Chicho Terremoto", "Bugs Bunny", "el oso Yogui", "Tom y Jerry", "Popeye", "los pitufos", "las tortugas ninja", "los mosqueperros", "los caballeros del zodiaco" y "Oliver y Benji". Recuerdo un tiempo en que los días festivos y fines de semana los pasaba en la calle jugando con mis amigos o dando una vuelta en bici, un tiempo en que la mañana de reyes, las calles se llenaban de chiquillos compartiendo sus nuevos juguetes, un tiempo en que las madres se asomaban por la ventana para decirles a sus hijos que "venga ya pa' dentro, que es mu' tarde y mañana tu padre madruga", un tiempo en que jugar en la carretera no era una misión suicida.

Actualmente las calles están desiertas por las tardes, la mañana de reyes es un día más para probar un nuevo juego de la PS3 o de la Xbox, la música no se regala en discos y ya no hay madres llamando a gritos a sus hijos por la ventana, son los tiempos de los móviles, de las nuevas tecnologías, de internet. Los niños de hoy en día saben mucho de whatsApp, de Facebook, de Tuenti y de videojuegos, pero lo que los niños de hoy en día nunca conocerán es la relación entre un bolígrafo "bic" y una cinta de cassette.

Samuel Chase escribió: "Condenar el progreso en todo es olvidarse de los vergeles que han hecho posible la desalinización del agua de mar, idealizarlo es olvidarse de Hiroshima".


miércoles, 10 de octubre de 2012

Ataraxia

Cuando flotas, cuando pierdes el contacto con el suelo y te elevas por encima de las nubes, cuando no puedes esconder esa sonrisa de oreja a oreja, cuando tus ojos brillan con luz propia, sin necesidad de fluorescentes ni sol, cuando no existen miedos, cuando una simple nota con un par de palabras es la mayor de las sorpresas, cuando va a verte sin avisar y es lo mejor que podía regalarte, cuando recuerdas algún momento vivido en el lugar menos adecuado y tienes que reprimir una sonrisa, una risa, disimular al fin y al cabo, cuando no hace falta que sea un día especial para sentirte única, cuando te ríes con ganas, a carcajadas, cuando sientes nervios al saber que vas a ver a esa persona, cuando cada día es diferente, más especial y mejor que el anterior, cuando olvidas todos los problemas con una sonrisa suya, con una mirada cómplice, cuando un simple roce del meñique es mejor que cualquier otra caricia, cuando no hace falta caminar de la mano, cuando no hace falta que sonrías con la boca porque lo haces con la mirada, cuando no necesitas más de lo que te da, cuando te basta saber que está pensando en ti aunque no esté contigo, cuando te importan su bienestar y felicidad más que los tuyos propios, cuando olvidas las preocupaciones, cuando tu malestar desaparece sólo con una palabra de esa persona, cuando haces lo imposible por hacerla feliz, cuando desaparece la ansiedad por no tenerla, cuando la losa que oprimía tu pecho pasa a ser historia, cuando das gracias a la vida por ese día en que vuestros caminos se cruzaron, cuando un simple desayuno, un helado, un café o un almuerzo se convierten en momentos inolvidables, cuando una película o una canción se vuelven especiales porque las conociste a través de ella, cuando cada día es una ilusión nueva, cuando te levantas de la cama y lo primero que haces es pensar en esa persona, cuando no sientes hambre, ni frío, ni miedo, ni sueño al estar con ella, cuando te sientes especial sabiendo que cinco minutos que tenga libres te los va a dedicar a ti, cuando sabes que va a sacar tiempo de donde no lo hay para poder, simplemente, hablar, cuando te paras a pensar el tiempo que deja de dedicarle a otras personas, a otras cosas, por dedicártelo a ti, cuando estás siempre de buen humor, cuando caminas mirando la pantalla del móvil y sonríes a todo el mundo con el que te encuentras, cuando sientes una vibración en tu bolsillo y es ella, diciéndote cualquier tontería y recordándote que está pensando en ti, cuando aflora tu lado más sensible y moña, ese lado que no conocías, que creías olvidado o que tenías escondido por miedo a sufrir, cuando es tu último pensamiento en el día y te vas a la cama sonriendo, cuando no sabes diferenciar el mejor de tus sueños de un día real, cuando te sientes con fuerzas para todo, cuando puedes comerte el mundo, cuando puedes alcanzar el sol, la luna y las estrellas, cuando te das cuenta de que la vida no es tan mala después de todo, cuando simplemente eres feliz...

Los epicúreos, los estoicos y los escépticos lo llamaron ataraxia, quizá Elsa Punset diría que es limerencia, yo creo simplemente que es estar enamorado.

Después de unos cuantos días sin frases célebres, aquí te dejo ésta de Anne de Lenclós: "El amor es más bien el dios de las sensaciones que el dios de los sentimientos".


lunes, 8 de octubre de 2012

Un paseo

Ando de un lado a otro, nerviosa, bebo agua, me siento, vuelvo a beber agua, me suelto el pelo, me lo ahueco un poco, vuelvo a recogérmelo, miro en todas direcciones, esperando verlo, me encanta verlo llegar, entre serio y sonriente, como intentando disimular...

Quiero acercarme a él y darle el abrazo más largo y apretado que nunca le haya dado a nadie... pero las circunstancias no me lo permiten, como mucho, sólo dos besos que parecen no significar nada, pero que para mí lo son todo, es lo más cerca que puedo estar de él en esa situación. Empezamos a andar juntos, como lo pueden hacer dos desconocidos cualesquiera o, como mucho, dos amigos, me quedo un poco rezagada para poder observar cómo camina y vuelvo a acelerar el paso para ponerme junto a él. Nos lanzamos miradas, cuando creemos que el otro no se da cuenta y en alguna ocasión, nuestros ojos se ven y agacho la cabeza entre sonriente y ruborizada y mientras tanto, entablamos una conversación sin importancia, algo de lo que ni siquiera estamos pendientes, o al menos yo no lo estoy, escucho su voz que me encanta, sus gestos al hablar, cómo se mueven sus manos con cada paso, me dan ganas de entrelazar la mía con la suya, pero me contengo, no quiero que nadie nos vea, no quiero causarle problemas, me limito a rozarle con el meñique tímidamente y observar su reacción: una sonrisa, una mirada... y me doy cuenta de que él también está entrelazando su mano con la mía, pero sin que nadie más lo pueda saber, sin que nadie más sea consciente de ello, sin que nadie más pueda verlo.

Da igual lo que durara ese paseo y cuál fuera el destino, es uno de los recuerdos más especiales que tengo, algo que me encantaría repetir en cuanto tenga ocasión y, de nuevo, no me importará la duración ni hacia dónde nos dirijamos, sólo me importará estar contigo.

Alejandro Casona dijo: "Si eres feliz, escóndete. No se puede andar cargado de joyas por un barrio de mendigos. No se puede pasear una felicidad como la tuya por un mundo de desgraciados".


domingo, 7 de octubre de 2012

Y comieron perdices

Yo soy de la generación que se crió con las películas Disney. Desde antes de tener uso de razón, cosa que aún no sé si tengo, he somatizado las moralejas que contaban los cuentos de las distintas princesas y personajes. 

Blancanieves me enseñó que podía encontrar la felicidad en el lugar menos esperado; de Ariel aprendí que hay que luchar por lo que uno quiere y que todo requiere un sacrificio; Aurora, la bella durmiente, me mostró que todo llega, que sólo es cuestión de esperar con paciencia, aunque tengan que pasar cien años; Cenicienta me ayudó a creer en las casualidades, en los milagros; Jasmín me hizo entender que el amor no tiene nada que ver con las clases sociales; de Bella aprendí que la belleza está en el interior y que no se puede juzgar un libro por su portada; Jane me enseñó que cuando hay amor lo demás no importa, que hay que saber distinguir lo que de verdad merece la pena; con Pocahontas entendí que las diferencias raciales son una barrera a superar y que es algo que está en nuestras manos. Ya con el Rey León, Disney empezó  a mostrarme que en la vida, hay momentos muy difíciles, pero que no está permitido abandonar; el pobre Quasimodo me enseñó que no siempre el amor triunfa, pero que cuando de verdad se ama a una persona, lo único que se quiere es su felicidad; Pinocho me hizo entender que hay que perseguir los sueños, pero que no siempre es fácil conseguirlos y que el camino que lleva hacia ellos, está lleno de trampas y piedras; el pequeño Dumbo me mostró lo incondicional que es el amor de una madre y que lo que nos diferencia de los demás no debe avergonzarnos, porque es lo que nos hace únicos; con Peter Pan aprendí que, a pesar del paso de los años, siempre quedará un niño en nuestro interior y Meg me enseñó que el amor es más poderoso que cualquier fuerza física, incluida la de Hércules. 

Disney me hizo creer en los finales felices, pero con los años, he aprendido que el "y comieron perdices" no existe. A lo largo de los años, se viven momentos de mayor o menor felicidad, momentos duros, momentos  que pasan indiferentes, pero con mi experiencia, me he dado cuenta de que no existen los finales felices que esas películas nos vendieron.

"No quiero un final feliz, quiero una vida llena de momentos de felicidad porque el final siempre es triste".


sábado, 6 de octubre de 2012

A jugar

Hace algunos años me aficioné a jugar a los Sims. Al principio me dedicaba a volcar mis deseos frustrados sobre los personajes que creaba, los avenates que me daban durante la adolescencia...


Me dediqué a crear un avatar de mí misma y, para que no estuviera sola en ese mundo tan extenso, inventé un personaje masculino que acompañara a mi yo virtual en las distintas fases de su vida. Al principio, mi objetivo era que se enamoraran, que experimentaran la limerencia en sus propias carnes imaginarias: cenitas con velas, miradas intensas, caricias sutiles, besos tímidos al principio, el comienzo de un noviazgo... Después llegaba la hora de formalizar la relación: pedida de mano, boda íntima y una luna de miel apasionada, desatada, todo el día en la cama, con risas y complicidad. Lo siguiente fue aumentar la familia, pero para eso, tenían que tener un buen trabajo, él se dedicaba a ascender en su carrera profesional y ella tenía la baja maternal cada dos o tres días, que era el tiempo que tardaba en nacer una nueva criaturita, si era niña, su nombre era Europa, Valeria o Victoria y si era niño, Javi, Fernando o Manuel Jesús. Al final se juntaban en la misma casa dos adultos y siete u ocho hermanos que se criaban entre ellos, porque el padre estaba todo el día trabajando y la madre tumbada en la cama con nauseas y una barriga de no te menees. 

Cuando me di cuenta de lo aburrido que era crear una familia convencional, empecé a innovar. La Sim que me representaba empezó a coquetear con toda persona que se le acercara, fuera hombre o mujer, si era un personaje masculino, ella acababa embarazada de cualquiera, aprovechando las aspiraciones familiares del que fuera su esposo, que criaba a los niños de medio vecindario, y si era mujer, simplemente se dedicaban a darse placer en la cama. En otra ocasión intenté que ella se metiera en la cocina, pero no fue buena idea, porque la casa acabó ardiendo, llamaron a los bomberos y ella acabó con una manguera distinta entre sus manos... De vez en cuando, algún Sim moría y su fantasma pululaba de noche por la casa para jugar al ajedrez o ver la tele en compañía, cuando se juntaba más de uno montaban fiestas o se dedicaban a asustar a los mortales, que en ocasiones se unían a ellos porque el susto resultaba ser letal. Estos fantasmas también cuidaban a los bebés, les enseñaban a caminar, a andar, jugaban con ellos o los alimentaban, aunque en ocasiones, hacían las veces de poltergeists y se adueñaban de los electrodomésticos dando calambrazos a diestro y siniestro a todo Sim que se atreviera a manipularlos. Otra causa de muerte era el orgullo del macho que no tiene nada de manitas, pero que se empeñaba en arreglar la televisión o el microondas cuando estaban estropeados... y claro, al final acababan con la cara como Baltasar y los pelos tiesos...

Esta mañana he vuelto a jugar y recordar viejos tiempos, pero, o el juego ha cambiado mucho o mi percepción del mismo ha cambiado con los años: cuando los vecinos vinieron a dar la bienvenida a mis Sims, ha llegado un furgón de policía hasta arriba de agentes que se han lanzado sobre los habitantes de Villa-Verde y los han mandado al hospital, los padres han ido a trabajar y han vuelto a casa desempleados porque la empresa preveía pérdidas, cuando la madre fue a dar a luz al hospital de la seguridad social, le hicieron pagar no sé qué cosa del copago, los niños ya no jugaban entre ellos, sino que estaban enganchados a sus  teléfonos móviles y en las noticias de la tele salió un Sim con barba que decía que estaban corriendo tiempos de austeridad... Parece que ya no hay forma de escapar de la realidad...

** Si leíste la entrada "El patito feo" habrás visto que el principio es igual que el de esta entrada. Empecé a intentar escribir algo gracioso y acabé hablando de algo más serio, pero no quería perder la oportunidad de soltar un chascarrillo aprovechando este juego.


viernes, 5 de octubre de 2012

El patito feo

Hace algunos años me aficioné a jugar a los Sims. Al principio me dedicaba a volcar mis deseos frustrados sobre los personajes que creaba. Intentaba crear un avatar que representara lo que yo no era, lo que me faltaba, lo que me gustaría ser: una figura femenina más delgada, más alta, mejor peinada, ojos grandes, una sonrisa de cine, con una personalidad extrovertida, divertida, inteligente, a la moda, alguien popular, con quien quisieran estar los demás sims...

Con el paso del tiempo, pocos años, aunque a mí me han parecido siglos, me he dado cuenta de que nada de eso es importante, me he dado cuenta de que las personas que quieren que formes parte de su vida no se fijan en si tienes unos kilitos de más, o en si tu sonrisa es Profident o de familia humilde, les da igual si eres el alma de la fiesta o si eres más del rincón tranquilito del lugar, si vistes Nike o Ying Shu, no les importa si eres cum laude o si no tienes estudios, si eres madura o muy niña, si eres muy espabilada o muy pava... Con los años me he dado cuenta de que es ésa la clase de personas que quiero que formen parte de mi vida, personas que no son alguien más, que son mis amigos, mis amores, que son una parte de mí, que merecen la pena y mucho, personas con las que sabes que puedes contar, para lo bueno, para lo malo, para ir de compras, para tomarte unas cañas, para ir al cine, para comer juntos, para ir de vacaciones, simplemente para charlar, y cuando estás mal, no hace falta que las llames, lo saben, se preocupan, te acompañan en los momentos difíciles, en los momentos en que derramas lágrimas, te ayudan con tus problemas, te alegran cuando tienes un día "plof"... Te quieren. Hace varios años me di cuenta de que para tener a esas personas en mi vida, no necesitaba ser como la Sim despampanante que creé una vez, sólo tenía que aceptarme como era y cambiar lo que no me gustaba, y en este camino, me acompañan las personas de mi vida, que me recuerdan que no hace falta ser perfecta para ser feliz.

"Los amigos son como la sangre, acuden a la herida sin que nadie los llame".


jueves, 4 de octubre de 2012

La puerta J49

"Serían las dos de la madrugada de cualquier invierno, sólo recuerdo que era martes, en un perdido pueblo del norte, hace ya algunos años. Había intentado dormir al atardecer, pues me quedaban más de cuatrocientos kilómetros de coche por delante, hasta llegar a Madrid, solo, en la oscuridad, con el frío reflejado en el panel del coche...y en lo más profundo de mi interior.

Mirando la hora, vi que aún no eran las dos de la madrugada, y mi mente no me dejaba dormir, o quizá fuera el remordimiento por las cosas mal hechas, de los problemas autocreados por el ímpetu de las modas absurdas y tradiciones anacrónicas. Pero lo cierto es que se encontraban acostados conmigo, metidos en lo más profundo de mi mente, y constantemente me repetían "no vas a dormir, no vas a dormir". Me levantaba, miraba por la ventana, el paisaje era oscuro, no había nadie, era un pueblo fantasma, ni una luz, ni un ruido, sólo el coche que me tenía que llevar hasta la capital y al que, entre cigarro y cigarro, llegué a ver como mi único compañero en este mundo. Sólo estábamos él y yo, y todo un cúmulo de pensamientos, recuerdos y angustias que me iban matando poco a poco y contra los que me veía obligado a luchar, porque tenía que cumplir con mi deber, no había elección... Tenía que llegar a Madrid sí o sí antes de amanecer.

Pasada esa hora de reflexiones sobre lo que no me dejaba descansar, no aguanté más, me duché, tomé un café, me disfracé de ejecutivo triunfador, apagué todas las luces de la casa, cerré puertas y salí de allí hasta el que era mi único compañero: el coche. Había hecho ese trayecto muchas veces, pero esa noche era especial, la mente no me dejaba vivir, la angustia me quemaba, me comía, me mataba por dentro, la soledad, mi disfraz, los remordimientos y la depresión se encargaban de hacerme el viaje lo menos ameno posible, hasta el punto que ni siquiera la radio me hacía compañía, no había nada, no existía nada...

Me quedaban unos setenta kilómetros hasta llegar a la autopista, setenta kilómetros de pueblos solitarios, sin un alma, sin una luz, lo único que había era nada, un martes de invierno, quién, más que yo mismo, iba a estar a esas horas por ahí... No quería parar, sólo quería llegar a la autopista y una vez allí, no parar hasta Madrid. La ansiedad por ver algo o a alguien me mataba, no quería sentirme tan solo, no quería ser un borrego disfrazado de triunfador, con corbata y traje de marca, no quería descubrir lo equivocado que había estado, la cantidad de tiempo perdido intentando convertirme en el hombre ideal y triunfador que otros había inventado para mí.

El trayecto fue duro, pero sobre las seis de la mañana llegué al aeropuerto de Madrid, mi avión no salía hasta las ocho y media, así que me quedaban dos horas y media por delante. Una larga espera, pero al menos me quedaba el consuelo de que había gente, no estaba solo, busqué la cafetería más llena y me metí en ella, buscando el calor de las personas, intentando calmar la soledad que me mataba, observando si alguien respondía a mi mirada... Pero no, la mayoría iban disfrazados, al igual que yo, sólo miraban sus móviles, sus tablets... y gesticulaban, sin hablar con nadie más que con ese dichoso artilugio.

Todavía quedaba bastante para el embarque y el cansancio se hacía notar, así que fui a comprar la prensa, leer un poco, dejar pasar el tiempo... ¡qué idea la mía! El periódico sólo hizo que me metiera aún más, si era posible, en mi soledad. Pasados unos minutos me dirigí al panel de información para comprobar si habían puesto la puerta de embarque de mi vuelo, y, por fin, allí estaba: era la J49 de la terminal 4, uff, "qué suerte", pensé, me ahorro el trenecito hasta la satélite, a ver si puedo dormir algo en el vuelo.

Caminé hasta la puerta J49, allí me senté a esperar el embarque, rodeado de impersonalidad, rodeado de prototipos humanos disfrazados igual que yo, que sólo miraban sus artefactos sustitutos de personas, intentando apagar la soledad y la falta de humanidad que transmiten la mayoría de aeropuertos, y más aún, un martes de invierno a esas horas... Y allí seguía yo, sentado, esperando embarcar, dando vueltas a la cabeza, mirando mis artefactos diabólicos, sintiéndome cada vez más destrozado tanto física como mentalmente y, de repente, vi cómo se acercaba una pareja joven que no iba disfrazada, rebosaban felicidad por los cuatro costados, creo que fui el único que se fijó, el único que levantó la vista y vio esas caras, esas miradas brillantes, y sentí una envidia que no puedo describir con palabras, el mayor vacío interior que jamás he sentido en mi vida, y fue entonces cuando, allí en la puerta J49 de la T4, empecé a darme cuenta de que tenía sentimientos humanos, que no todo estaba acabado, que aún estaba a tiempo, que podía salir de aquello, que podía vivir bien sin tener que ser el hombre prototipo ideal de nadie... y me vino una visión, un sueño, un deseo...

Fue entonces cuando memoricé la puerta J49, la silla exacta donde estaba sentado, me quité la corbata, me quité la chaqueta, apagué los aparatos infernales que llevaba, y me vino a la mente mi viaje perfecto, y me hice la promesa de que un día caminaría por ese aeropuerto como esa pareja, y que al pasar por la puerta J49 reiría y recordaría aquella mañana de un martes de invierno, que haría cómplice de este sueño a la persona que en ese momento me acompañara y le entregaría esta carta, esta historia, para darle las gracias por haber hecho ese sueño realidad.

Decir que este sueño aún no se ha cumplido, pero he dado los pasos para que se cumpla, y aunque es un camino muy largo y lleno de dificultades, mi vida desde aquel día ha cambiado y mucho, ya visto como las personas, ya encontré mi sitio, ya descubrí cómo ser feliz, así que el sueño, el deseo de aquel día, está en camino, cada vez más cerca".

Esta publicación la escribo en nombre de alguien que me lo pidió. Quería compartir su historia con todo el que esté dispuesto a leerla. Desde aquí, le doy las gracias por confiar en mí y le deseo de todo corazón que cumpla su sueño y lo disfrute, porque lo mejor y más difícil es eso, disfrutar de eso que se anhela desde hace tanto tiempo.


martes, 2 de octubre de 2012

Al día

En los tiempos que corren, aquél que no tiene móvil es un bicho raro, aunque también es verdad que algunos lo son y tienen el último grito en tecnología... Yo tenía un amigo que cuando le preguntaban si tenía móvil, contestaba que no, pero que tenía grapadora, todo fue echarse novia y unirse al resto de masas. 

Y es que hoy en día, el que no tiene móvil, no tiene vida social. Mi abuela, una mujer más que octogenaria, tiene uno de esos condenados aparatitos, no le da al whatsApp porque su vista no se lo permite, pero está todo el día enganchada, más que nada se dedica a mirar la hora y a preguntarle a la gente que tiene alrededor que qué significa el sobrecito que le aparece en pantalla junto al letrero de amena, pero ella es feliz así, porque puede decir que tiene móvil. Cuando salgo a la calle, pase por donde pase, me encuentro a alguna persona caminando con el cacharrito en las manos y observo su comportamiento: algunos tropiezan porque no han visto el bordillo, otros sonríen por lo que están viendo o leyendo y otros, simplemente lo sacan rápidamente para disimular y no saludar a algún conocido con el que se han cruzado. Los niños no iban a ser menos, hasta mi sobrino de tres años tiene móvil, eso sí, el suyo es de esos que tienen caramelos en su interior, pero él está muy contento porque puede llamar a su madrina cuando lo necesite.

Yo no tengo uno de esos smartphone en el que puedes mirar el correo, el facebook, el twitter, usar el shazam o descargar una aplicación que calcule el ritmo de crecimiento de las uñas de los pies. No, yo tengo un ladrillo de los de antaño, eso sí, con whatsApp, que sino no tendría vida social... Yo tengo un móvil pirata y lo de pirata es literal, porque tiene un parche. Hace unos meses sufrió un pequeño accidente, le cayeron encima 67 kilos de patinadora que lo arrastraron por el suelo tres o cuatro metros. El resultado: pantalla partida, una mancha negra que me oculta la mitad de la visión, aunque, por suerte, sigue funcionando. Con el paso del tiempo, esa mancha se ha ido extendiendo y ya no puedo darle al móvil el uso que me gustaría. Mis conversaciones por whatsApp no dejan indiferente a nadie que se atreva a chatear conmigo: ya nunca sé cuándo escribo "sus muelas" o "sus ovejas" y en más de una ocasión, le he confesado mis más ardientes deseos a la persona equivocada. Esa dichosa mancha tampoco me deja ver quién me llama, hace un par de semanas envié un correo a cadena100 para participar en "no digas hola" y cada vez que descuelgo el teléfono contesto "estoy escuchando cadena100", a mi jefe eso no le hace mucha gracia... Otra cosa de la que estoy privada es de poder ver la hora en el móvil, anoche ya ocurrió lo inevitable: mi ladrillo se quedó sin memoria, de modo que no pude poner el despertador, se ve que le costaba mucho al aparatito concederme esa licencia. Así que a la una de la madrugada, estaba a oscuras buscando un reloj de muñeca "casio" que no usaba desde hace unos doce años y que recordaba tener guardado por algún rincón de mi cuarto, y no podía encender la luz porque ya estaban todos acostados. Después de fastidiarme el dedo gordo de un pie y romper una figurita de cristal, encontré el dichoso reloj y puse la alarma para que me despertara a las ocho de la mañana... cuando empezó a sonar, vi que aún era de noche, pensé que estaría nublado, así que me levanté de la cama y bajé a desayunar, a los cinco minutos escuché pasos por la escalera y apareció mi padre, que entraba a trabajar a las seis de la mañana... Desde anoche, ya no sé si puedo seguir echándole la culpa de todo lo que me pasa al móvil...