viernes, 28 de junio de 2013

Historias de la Alameda

¡Por fin ha llegado el día! (no, el viernes no...bueno, que también): hoy Historias de la Alameda presenta oficialmente su libro, ese libro que muchos de sus seguidores, si no todos, estábamos deseosos de que viera la luz. No puedo imaginar cómo se siente hoy, si está nervioso o acelerado o si lleva la procesión por dentro...

Pero más que eso, quiero pensar en su expresión cuando tenga por primera vez en sus manos el resultado de más de un año de trabajo. Imagino una mirada llena de ilusión y satisfacción por lo que sabes que está bien hecho... y por lo que sabes que está por venir... 

Porque sé que no le va a faltar gente en la ExtraVagante, porque sé que todos los que allí se encuentren, estarán rebosando orgullo y presumiendo de amigo, vecino, familiar o pareja, y porque también sé lo importante que va a ser para él ver a toda su gente reunida en su honor, disfrutando de ratos de agustismo botellín en mano, dejando de lado por un rato las obligaciones para dar paso a la vida golosa hasta las tantas, y finalmente, acabar guarníos... Pero lo mejor no serán esas horas, lo mejor serán los recuerdos que le quedarán a todos los presentes, y por supuesto a Quike, que seguro que acabará escribiendo uno de sus maravillosos estados para contarnos a los que no pudimos asistir, cómo se vivió el estreno.

Seguro que todo le va genial, no puede ser de otra forma...


jueves, 27 de junio de 2013

Tirar la toalla

Hay veces en que uno se levanta con la sensación de que ya no puede más, de que es hora de tirar la toalla y dejar de seguir intentándolo, de que ya no tiene sentido luchar por eso que creías querer... y digo creías, porque si abandonas es que no lo quieres realmente.

Ayer fue uno de esos días para mí. Ayer decidí muchas cosas que llevaban bastante tiempo rondándome la cabeza. Decidí dejar de luchar por eso que tanto me gustaba desde que era una niña pequeña: escribir. Decidí que no valía la pena seguir intentando hacerme un hueco entre tanto bloguero que hay en la red y cuyo número de seguidores y respuestas es mayor que el de éste. Decidí que ya no tenía ilusión por escribir ese libro que tengo pendiente desde los diez años, que ya estaba bien de publicar entradas en las que nunca tenía nada nuevo que decir, decidí que la etapa de bloguera/escritora para mí, se había terminado.

Y entonces me puse a pensar en cómo escribir la entrada para despedirme de todos vosotros... y en todo lo que iba a dejar atrás si abandonaba esto que un día se convirtió en mi mundo, en mi diario, en mi historia. Aquí se encuentran plasmados los mejores y peores momentos del último año de mi vida, aquí se encuentran mis lágrimas y mis carcajadas, mis sorpresas e ilusiones e incluso mis intimidades... Y llegué a la conclusión de que no vale la pena abandonar algo en lo que crees, que da igual si vales o no para ello, pero que si te gusta debes intentarlo, aunque encuentres mil piedras en el camino, aunque cueste apartarlas, aunque a veces no sepas de dónde sacar las fuerzas... porque si lo necesitas, es mejor tomarte un tiempo de descanso para recargar las pilas, y a fin de cuentas, no importa las veces que te caigas, sino las que seas capaz de levantarte.

Paul Ambroise Valéry: "Las obras no se acaban, se abandonan".



martes, 18 de junio de 2013

Límites

"Todo tiene un límite". Es una de las verdades universales y una de las mentiras más grandes que me he echado a la cara...¿Acaso tiene límites la tontería humana? ¿y la ilusión de un niño? ¿y la mierda que se puede acumular debajo del frigorífico?... Y los sentimientos...¿también tienen límite?

Yo pensaba que no podía sentir nada nuevo al mirarle a los ojos. Cuando me perdía en el brillo de su mirada se me ponían los vellos de punta y me olvidaba del resto del mundo, de mis problemas y mis preocupaciones, sólo acudían a mi cabeza los buenos momentos vividos, las ilusiones que quería hacer realidad con él, los sueños comunes y los que todavía ni le he confesado... me emocionaba tanto al ver lo que sus ojos me contaban sin hablar, que hasta se me saltaban las lágrimas... y me ponía a llorar como una niña pequeña, y entonces era cuando él se acercaba a mí con gesto tierno y me preguntaba: "¿qué te pasa?, bichito", mientras me acariciaba la mejilla y besaba mis lágrimas. Al final acababa llorando aún más, con la cara enterrada en su pecho, mientras él jugaba con mi pelo haciéndome rosquitos...

Ayer tarde volví a perderme en su mirada, pero no era lo mismo. No tenía nada que ver con lo que sentía antes... y es que me parece imposible descubrir cada día algo nuevo, algo que me hace flotar, que me hace perder la consciencia de todo y tener la sonrisa tonta en la cara. Aunque ahora que lo pienso... también podía ser el efecto del porrito de la tarde...

De Arthur C. Clarke: "La única posibilidad de descubrir los límites de lo posible es aventurarse un poco más allá de ellos, hacia lo imposible".