martes, 25 de septiembre de 2012

Lo difícil de un adiós

No es nada fácil despedirte de quien no quieres hacerlo y más aún, sabiendo que la persona a la que vas a decir "adiós" tampoco quiere. Pero a veces es necesario, por el bien de uno mismo o por el de otro, o quizá por el de ambos, pero eso no hace que pase mejor el trago. 

Cuando protagonizas un "adiós" obligado sientes que se te va la vida en ese momento, sientes que un dolor inmenso te araña en alma, sientes que te falta el aire, que no puedes respirar, te sientes perdido, como si ya nada tuviera sentido, te arrepientes desde el mismo instante en que empiezas a pronunciar esa palabra y sólo te queda el consuelo de saber que estás haciendo lo mejor, o al menos crees que estás haciendo lo mejor... Y llega un momento en el que te preguntas por qué lo haces, por qué te niegas a ser feliz, por qué te empeñas en desaparecer de la vida de esa persona alegando que es por su bien, por qué te comportas como un cobarde y no plantas cara y luchas por lo que de verdad te hace feliz, por qué no dices "adiós" a quien sabes que tienes que decírselo, a esa persona con la que has compartido tanto, pero con la que ya no hay nada, en lugar de despedirte a la fuerza de quien te hace encarar el mañana con una sonrisa, de quien te despierta cada mañana y simplemente, con sus buenos días, te alegra la jornada completa, de quien sabes que nunca olvidarás, pase el tiempo que pase y por mucho que te empeñes en convertir en alguien a quien conociste un día, de quien te ha dado tanto sin saberlo, de quien te ha hecho superar los peores momentos de tu vida sin ser consciente. Por mucho que intentas mantenerte en tu postura y ser fuerte, por mucho que intentas distraerte, por mucho que procuras olvidar a esa persona para continuar con tu día a día, te das cuenta de que es imposible, y duele, y lloras, y te pones de mal humor, y te refugias en tu silencio, y golpeas la mesa, y ya no eres tú... quizá por todo eso, muchas veces un "adiós" se acaba convirtiendo en un "hasta luego".

José Ángel Buesa escribió: "Quizá te diga un día que dejé de quererte, aunque siga queriéndote más allá de la muerte; y acaso no comprendas en esa despedida, que, aunque el amor nos une, nos separa la vida".


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