sábado, 8 de septiembre de 2012

Septiembre...

Doscientos cincuenta y dos metros cuadrados, una piscina, una nevera llena, dos cajetillas de tabaco, el ordenador y un congelador repleto de comida precocinada. Todo eso será para mí sola durante los próximos siete días. Mis padres se han ido de vacaciones y yo, como una estudiante responsable que soy, hago el gran sacrificio de quedarme en casa hincando codos para los exámenes de septiembre, sin salir, sin ver la playa y sin levantar la vista de los apuntes, sólo lo imprescindible...

Claro que el concepto de imprescindible...es relativo. Para mí, lo imprescindible es un desayuno de una hora, leyendo cualquier libro, mientras me tomo algunas cucharaditas de cacao en polvo, fumarme un cigarro sea cuál sea la hora, fregar cuando me apetezca, aunque sea de noche, poner la música a todo volumen y bailar reggaeton con la fregona, pasearme en ropa interior por casa y tener que salir corriendo a vestirme cuando llaman a la puerta, almorzar cereales, merendar un helado, cenar una lasaña o sustituir cualquiera de las comidas del día por un paquete de patatas fritas, salir por la noche con un amigo con el que tengo pendientes un par de cosas, abrir el mueble bar y encontrarme una botella de vodka caramelo que me dice de forma muy sugerente "tómame", acostarme a las tantas mientras veo una película de miedo, ducharme con la puerta abierta de par en par, navegar por internet durante horas sin darme cuenta del tiempo que ha pasado, ir al mercadillo a comprar cualquier tontería, bañarme desnuda en la piscina de noche mientras esquivo murciélagos despistados con una cervecita fría al lado y, por supuesto, hincar codos. Uff, la verdad es que lo pienso y son muchas cosas, no sé si me dará tiempo a hacerlas todas en un sólo día, quizá debería dejar lo de estudiar para mañana...



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