martes, 4 de septiembre de 2012

A escondidas

"Luego te hablo", "no me contestes, pero te echo de menos", "después, si puedo, te pico", "más tarde te escribo", "tengo que irme", "tengo que dejarte". A veces es difícil recibir este tipo de mensajes. Sentir que lo que haces está mal, sentirte fuera de lugar porque en realidad nunca hubo sitio para ti, que el hueco que estás ocupando lo has abierto a codazos, meterte en medio de algo prácticamente a la fuerza...al final eso pasa factura.

Tener unos minutos, con suerte unas horas al día, para disfrutar de ese rinconcito simplemente charlando, intercambiando mensajes o correos, y si los planetas se alinean, sentir su calor, sus manos, sus labios, un abrazo, una sonrisa, ver la expresión de su rostro cuando te habla, saber que cuando te dice algo, sus palabras son sinceras... En esos momentos es fácil dejarse llevar, el tiempo en lugar de pararse acelera, multiplica su velocidad por dos, por tres, por seis, no sé por cuánto, sólo sé que tres o cuatro horas parecen segundos en su compañía. Esos momentos son los que puedes disfrutar, sin pensar continuamente en qué es correcto y qué no, ser egoísta por una vez, pensar sólo en ti misma, en que tienes derecho a deleitarte con cada detalle de lo que está ocurriendo... pero entonces llegan los últimos besos, los que te dicen que se acabó tu tiempo, que tienes que decir "adiós", los que te hacen volver a la realidad y darte cuenta de que te has metido en una calle sin salida, que no puedes vivir así eternamente, que tarde o temprano se acabará porque no queda otro remedio, y lo peor es que no sabes si serás tú quien ponga fin, o la otra persona. Suena el teléfono, quien llama es la persona a la que pertenece legítimamente ese hueco que tú abriste a codazos, te comportas con naturalidad, como si no pasara nada, como si no te importara, como si no doliera, pero te hace reparar en que, por muy sinceras que sean sus palabras, estás sobrando, porque contigo en medio, su vida no puede seguir su curso con normalidad. Sabes muy bien lo que hay, lo que está pasando y lo que va a pasar tarde o temprano, se lo dices pero contesta que el tiempo dirá, que no hay que pensar en eso ahora y, como todo va bien por el momento, no reaccionas. Puedes seguir tirando millas, pero eso no hace que el miedo que sientes se esfume, el miedo de saber que algún día se planteará todo lo que ha vivido contigo y sin ti, y es en ese día cuando se dará cuenta de que no puede seguir jugando a este juego, de que volverá a su vida de siempre porque nunca debió haberse separado de ella... puede que todo lo que has pasado haya merecido la pena, sí, seguro que la ha merecido porque al fin y al cabo, tú no lo buscaste, fue un regalo de la vida, un regalo con letra pequeña, sin fecha de caducidad cerrada, pero con el precio que debes pagar por haber disfrutado de él.

Vincent Van Gogh dijo: "¿Qué sería de la vida, si no tuviéramos el valor de intentar algo nuevo?".


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