Es curioso cómo a veces, lo que creíamos enterrado, realmente no lo está. Son esas veces en que pensamos que nuestros sentimientos son inmunes a los estímulos contra los que tanto habíamos entrenado. Esas veces en que, con tanto esfuerzo, creímos reducir la intensidad de las punzadas que experimentábamos ante un nombre o una palabra. Esas veces en que las descargas eléctricas que sacudían nuestro cuerpo eran tan tenues, que parecían historia...
Pero cuando pensamos que algo está enterrado, corremos el grave peligro de darnos cuenta de que no es así, porque al cerrar los ojos un único instante, el cosquilleo de un roce fantasma, el susurro de una palabra escondida en el viento o el espejismo de creer reconocer una figura entre la multitud, nos transportan al pasado y hacen las veces de excavadora, dejando al descubierto y, de forma caótica, todo lo que se hallaba oculto... Lo que debemos preguntarnos es si queremos mantener ese algo en la superficie, o volver a intentar esconderlo bajo tierra.
yo siento lo mismo y tampoco se si debo enterrarlo o ayudar a escarbar y sacarlo a la superficie
ResponderEliminarLa mayoría de las veces basta con no actuar. El tiempo acaba poniéndolo todo en su sitio. Gracias por tu mensaje
Eliminarpuede ser cierto ,pero no lo se.
ResponderEliminarlo que si se que surgen cuando menos te lo esperas y cuesta infinitamente mas hacerlos desaparecer de nuevo