sábado, 17 de noviembre de 2012

Tres meses de vida



El anuncio que me llevó a hablar contigo ese martes, 6 de agosto a las 20:09.
Las conversaciones por el messenger que te dejaban descolocado.
El encuentro casual en la rotonda, la providencia y mis zapatillas de deporte baratas se pusieron de acuerdo para que nuestras vidas se cruzaran ese jueves, 8 de agosto a las once y pico de la mañana.
Los primeros dos besos en la puerta de la cochera, una hora y poco de charla trivial y mucho calor ese 8 de agosto a las 18:00.
Más conversaciones por messenger, dos encuentros por semana en ese lugar que no tenía nada de especial, pero que para nosotros significaba mucho más.
Los correos que intercambiamos a través de la dirección del blog, jugando a ser otras personas, jugando a ser consejeros de sendas relaciones, de sendos tiramillas que ambos sabíamos que estaban dejando de serlo.
Los momentos vividos a través de webcam, enseñándonos fotos y cachivaches, y poniendo mil y una caras, los primeros momentos de risas sinceras que compartimos.
El bajón que sentí cuando intentamos bajar el ritmo porque tenía que estudiar para mis exámenes.
Los encuentros diarios en la cochera, esperándote inquieta, con la puerta encajada, y te veía llegar muy serio, con tu pose de perito, empujando la puerta para recibirte con un beso y un abrazo.
Los sentimientos que descubrí por curiosear donde no debía y darme de bruces con tu vida.
La madrugada del domingo 9 de septiembre, hablando por whatsApp lo que teníamos pendiente de hablar, porque no podíamos esperar más.
La tarde del lunes 10 de septiembre, cuando me recogiste a las 17:00 y acabamos en la cafetería de Umbrete, hablando de nuestras vidas con total normalidad, compartiendo sentimientos, regalándonos miradas y caricias furtivas.
Las noches del martes 11 de septiembre y del miércoles 12 de septiembre, pretendías cebarme, lo sé, no puedes engañarme, un día medio litro de helado y al siguiente una bolsa llena de chocolatinas. Esas diez horas que nos regalamos, esa complicidad que experimentamos, esas carcajadas que no pudimos reprimir, las confesiones, las batallitas de la infancia.
El viernes 14 de septiembre cuando salí del examen, comimos en la cantina, la sordera intencionada, las caricias furtivas en el Condal, el paseo por el centro, la librería, el teatro, la Giralda...
El miércoles 26 de septiembre, el día de Valencina, esa nota que dejaste en mi coche y que guardo como un tesoro.
El lunes 1 de octubre, las gestiones que tuviste que hacer, ese bocado que me diste en el hombro, más fuerte de lo que querías en la copistería, ese ticket de las aperturas que aún guardo, esos ratos de risas en tu despacho, la virgen del Santo Políngano, los cabezazos, el moratón sobrevenido...
El jueves 4 de octubre por la noche, al salir de clase, te esperé en nuestro sitio, leyendo un libro sobre fibra óptica y escuchando música, me hice la distraída, como si no te hubiera visto llegar, sentí tus manos acariciando mis hombros, me diste una caracola... que más adelante tenías que firmar.
El viernes 5 de octubre, por la mañana, tuvimos una "primera vez" más para la lista.
El miércoles 24 de octubre, me regalaste un viaje a través de la geografía y la historia, un viaje muy especial, cogida de tu mano, una foto juntos,...
El miércoles 31 de octubre, me sorprendiste dándome un plano para jugar a la búsqueda del tesoro, un tesoro que nunca habría podido imaginar, ni en mis mejores sueños, un plano que me llevó a otro mundo, a un mundo de ilusiones, sueños, risas, carcajadas, normalidad, miradas, caricias, besos, pasión ...
Los días que pasamos en el que se convirtió en nuestro refugio particular, en ese agujero negro en el que sabíamos a la hora que entrábamos, pero no a la hora a la que saldríamos.

Y la sonrisa que saca arrugas a cascoporro. Y las miradas. Y las caricias. Y los gestos. Y lo que callas. Y lo que dices. Y no dejar de mirar el móvil para verte ahí, esperándome. Y las caricias furtivas con el meñique, entre la gente. Y el jueves. Y la peluca rubia. Y las golosinas. Y el no beber cuando me quemo por no mezclar la comida con la bebida. Y llegar al aparcamiento y encontrarte de pie, con esa sonrisa tierna. Y salir de clase y que estés ahí una vez más y que cuando me veas, enciendas los intermitentes. Y la música. Y el corte de pelo. Y las zapatillas del chino. Y la azotea. Y los cojinazos. Y el edredón en el suelo. Y las películas malas. Y las películas buenas. Y las pulseras. Y mi móvil roto. Y "sus ovejas". Y la pinza de la ropa. Y los tres "peros". Y el de la sandía. Y los tochitos. Y el paquete en el buzón. Y verte en los descansos de las clases. Y la bicicleta con el sillín bajo. Y el mecánico del amor. Y las fotos. Y Trancas y Barrancas. Y muchas cosas que me dejo en el tintero, pero que no olvidaré, que seguirán en mi cabeza, que son tan bonitas que no sé si realmente existieron o si las soñé. Esta tarde se paró el reloj de pared (ése al que echarás de menos) a las 13:32, es la hora a la que cruzaste por última vez la puerta de mi casa, es la hora a la que te vi por última vez, la hora a la que me dijiste adiós.

Esta es mi lista de cosas vividas en tan sólo tres meses. Existe otra de cosas pendientes, en la que, aunque sé que ya no podrán cumplirse, sigo apuntando cosas. Porque la vida da muchas vueltas y nunca se sabe en cuál de ellas podemos reencontrarnos.
"Llenas los días de rima y verso con tu presencia de manos tiernas".


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Me encanta que me escribas, sigue haciéndolo. Gracias =)