viernes, 13 de julio de 2012

Sorpresas

He estado dándole vueltas a la cabeza, pensando cuál debería ser el tema de la primera entrada oficial del blog. No quería inaugurarlo con algo triste, tampoco con algo superficial ni efímero... y aquí está la idea: las sorpresas. No me entiendas mal, no me refiero a sorpresas como la fiesta de cumpleaños que quizá sospechaste que te prepararían al cumplir los 18 o desenvolver por navidades ese cochecito o esa muñeca que viste en el escaparate de la juguetería cuando eras pequeño.

Las sorpresas de las que hablo son las pequeñas cosas del día a día, esos detalles que, vistos desde fuera, carecen de importancia, que nos arrancan sonrisas que sólo nosotros somos capaces de entender. Esa sonrisa que no podemos disimular, y sin querer, mostramos a la persona que encontramos frente a nosotros sin ni siquiera darnos cuenta de que está ahí. Esa sonrisa que hace a esa persona preguntarse si va dirigida a ella y, de repente, le hace esbozar una sonrisa igual que la que a nosotros nos arrancó la sorpresa sin importancia. Son la clase de sonrisas que se contagian porque son inesperadas, espontáneas, escasas, porque hoy en día no se encuentra una mirada radiante sin motivo aparente, porque las personas que pasean  por la calle no lo hacen sonriendo, sólo ríen de forma puntual, reaccionan ante un estímulo concreto, pero no atesoran esa sonrisa.

Una llamada inesperada de alguien especial, sólo porque sí, un mensaje de buenos días, un chiste malo que me contaste, encontrar la mirada que buscas y darte cuenta de que te está sonriendo, una canción, una película, un encuentro casual, una foto para que sonrías, un lugar especial, una conversación en un banco, un desayuno, un gesto, una palabra clave, una intención, un silencio...seguro que tú estás pensando algo que se me ha olvidado mencionar, dímelo, quiero saberlo. A estos detalles me refiero cuando hablaba de sorpresas. Ir caminando por la calle y ver el banco donde estabas sentada cuando mantenías esa conversación, mirarlo de pasada y sonreír recordando lo que en él se dijo. Hacer deporte con los auriculares puestos y que suene esa canción que te pasaron un día, emocionarte y revivir los sentimientos que te recorrieron al escucharla por primera vez. Que suene el teléfono y mirar nerviosa el número, sabiendo que esas mariposillas no tienen sentido, porque es imposible que te llame esa persona, pero aún así, te sonríes al recordar las largas charlas en las que hablabas de todo y de nada a la vez. Una mirada furtiva, una media sonrisa escondida, un silencio lleno de significado. Caminar por la calle y buscar algo aún a sabiendas de que no lo encontrarás...y encontrarlo, y que se ilumine tu mirada, que tu sonrisa no quepa en la cara, que te entren ganas de gritar.

Cada pequeña sorpresa tiene una historia detrás, un porqué, una causa y un efecto, un lugar en la memoria, un rinconcito en el corazón. Es un dibujo en la arena que conforme pasa el tiempo se va borrando. Su intensidad va desapareciendo con el tiempo y acabas por olvidar lo que te hizo sentir ese pequeño "click". No lo hagas, ni siquiera en los momentos en que estés desanimad@, son estos pequeños detalles los que construyen la vida día a día, hora a hora, minuto a minuto, pero sobre todo, segundo a segundo. Aunque no puedas compartir tu sonrisa por el recuerdo de una sorpresa con nadie, sácale todo el jugo que puedas y ve descubriendo nuevas sorpresas en cada instante.

Termino esta primera entrada citando a Gabriel García Márquez...
"No llores porque algo terminó...sonríe porque sucedió".

...y enseñándote una de mis sorpresas


4 comentarios:

  1. 1ª parte.
    PUERTA J49



    Serian las dos de la madrugada de cualquier día de invierno (sólo recuerdo que era martes) en un perdido pueblo del norte, hace ya algunos años.
    Había intentado dormir al atardecer pues me quedaban más de 400 kilómetros por delante de coche hasta llegar a Madrid, sólo, en la oscuridad, con el frío reflejado en el panel del coche y en lo más profundo de mi interior.
    Mirando la hora veía que llegaba las dos de la madrugada y mi mente no me dejaba dormir o quizás el remordimiento de las cosas mal hechas, de los problemas autocreados por empuje de modas absurdas y tradiciones anacronicas.Pero lo cierto es que estaban acostads conmigo metidas en lo mas profundo de mi mente y constantemente me repetían, “no vas a dormir, no vas a dormir”.
    Me levantaba, miraba por la ventana, el paisaje era oscuro, no había nadie, era un pueblo fantasma, ni una luz, ni un ruido, solo el coche que me tenía que llevar hasta la capital del reino, que entre cigarro y cigarro llegué a verlo como mi único compañero en este mundo. Sólo estábamos el y yo y todo un cúmulo de pensamientos, recuerdos y angustias que me iban matando poco a poco y contra los que tenía que luchar, pues simplemente tenía que cumplir con mi deber, no había elección.Tenía que llegar a Madrid si o si antes de amanecer.
    Ya era la una de la madrugada cuando no aguanté mas, me duché, tomé un café, me disfracé de ejecutivo triunfador, apagué todas las luces de la casa, cerré puertas y salí de la casa hasta mi único compañero, el coche.
    Había hecho ese trayecto muchas veces, pero esa noche era especial, la mente no me dejaba vivir, como dije antes, la angustia me mataba por dentro, la soledad, mi disfraz, mis remordimientos y depresión se encargaban de hacerme el viaje lo menos ameno posible, al tanto que ni siquiera la radio me hacía compañía, no había nada absolutamente nada.
    Tenía como unos 70 Km. hasta llegar a la autopista. 70 Km. de pueblos solitarios, ni un alma, ni una luz, absolutamente nada, era martes de invierno, quien, más que yo, iba a estar a esas horas por ahí. No quería parar, sólo quería llegar a la autopista y una vez allí no parar hasta Madrid. La ansiedad por ver algo o alguien, lo que fuera, me mataba, no quería sentirme tan solo, no quería ser un borrego disfrazado de triunfador, son su corbata y traje de marca, no quería descrubir lo equivocado que había estado, la cantidad de tiempo perdido en busca de convertirme el hombre ideal y triunfador que otros habían inventado.
    El trayecto fue duro, pero a eso de las seis de la madrugada llegué al aeropuerto de Madrid, y mi avión no salía hasta las 8.30, así que me quedaban dos horas y media por delante, pero por lo menos había gente, así que busqué la cafetería mas llena y me metí en ella, buscando el calor de las personas, intentando calmar la soledad que me mataba, mirando a ver si alguien respondia la mirada. Pero no, la mayoría iban disfrazados como yo, sólo miraban su móviles, tabletas, y gesticulaban, sin hablar con nadir, mas que con el aparato que tenían delante.

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  2. PUERTA J49
    2ª parte.
    Todavía quedaba bastante para el embarque, y ya el cansancio me daba toques de advertencia, así que me fui a comprar la prensa, leer un poco y dejar pasar las horas. ¡que idea la MIA¡ la prensa solo hizo meterme aún mas si cabe en mi soledad.
    Pasados unos minutos, me fui al panel de información a ver si habían puesto la puerta de embarque de mi vuelo, y, por fin ya estaba puesta, era la puerta J49 de la terminal 4, ufff... que suerte pensé, me ahorro el trenecito hasta la satélite, a ver si con suerte puedo dormir algo en el vuelo.
    Caminé hasta la puerta J49, allí me senté a esperar el embarque rodeado de impersonalidad, de prototipos humanos disfrazados igual que yo, que sólo miraban a sus artefactos sustituidores de personas, intentando apagar la soledad y falta de humanidad que transmiten casi todos los aeropuertos, y mas un martes de invierno a esas horas.
    Y allí seguía yo sentado, esperando embarcar, dando vueltas a la cabeza, mirando mis artefactos diabólicos, sintiéndome cada vez mas destrozado tanto física como mentalmente y , de repente, veo acercarse una pareja joven que no iban disfrazados, rebosaban felicidad por los cuatro costados, creo que fui el único que se fijó, el único que levantó la vista y vio esas caras de felicidad, y sentí una envidia que no puedo describir con palabras, sentí el mayor vacío interior que jamás he sentido en mi vida, y fue cuando, allí , en la puerta J49 de la T4, empecé a darme cuenta que tenía sentimientos humanos, que no todo estaba acabado, que aún estaba a tiempo, que podía salir de aquello, que podía vivir bien sin tener que ser el hombre prototipo ideal de nadie, y me vino una visión, un sueño, un deseo.
    Fue entonces cuando memoricé la puerta J49, la silla exacta donde estaba sentado, me quité la corbata, me quité la chaqueta, apague todos los aparatos infernales que tenía encima, y me vino a la mente mi viaje perfecto y me hice la promesa que un día caminaría por ese aeropuerto como aquella pareja que relaté antes, y que al pasar por la puerta J49 reiría y recordaría aquella mañana de invierno, haría cómplice de este sueño a la persona que en ese momento me acompañara y le entregaría esta carta, para darle las gracias por haber hecho este sueño realidad.
    Decir que este sueño aún no se ha cumplido, pero si he dado los pasos para que se cumplan, y auque es un camino muy largo y lleno de dificultades, mi vida desde aquel día ha cambiado y mucho, ya visto como las personas, ya encontré mi sitio, ya encontré como ser feliz, así que el sueño, el deseo, de aquel día está cada ves mas cerca,.
    Gracias a aquella pareja, a la puerta j49, y a poder ver esos pequeños detalles.



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  3. Todo lo relatado en la puerta J49.Es real.
    Gracias por este espacio

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    Respuestas
    1. Gracias a ti por compartir tu historia. Espero que tengas mucha suerte y sigas luchando por conseguir tu sueño. Un saludo =)

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Me encanta que me escribas, sigue haciéndolo. Gracias =)