miércoles, 8 de agosto de 2012

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Cuando esperamos más, lo que ocurre en ese momento no importa, sólo esperamos algo futuro, que será mejor, distinto. Quizá cuando sabemos que no va a llegar nada, tememos que todo siga siendo igual, por eso debemos celebrar los cambios. Me paso la mañana esperando una llamada de teléfono, sin decirte nada, con la esperanza de que tengas un ratito para mí y de que te apetezca hablar conmigo. Cuando llegan las 14.30 y esa llamada no ha ocurrido, sé que ya es tarde, así que me asomo a la ventana y miro a través de ella viendo los coches pasar, hasta que dan las 15.00. En ese momento empiezan a acabarse los momentos en que espero más, aunque aún me queda la tarde, a partir de las 17.00 o así, miro el teléfono cada pocos minutos mientras espero que suene, un mensaje que me invite a hablar una horita o dos contigo... pero llegan las 20.30 de la tarde y ya no puedo esperar nada más. Cada noche me duermo con la esperanza de encontrar un mensaje por la mañana. Así pasa mi día a día, dejando escapar las horas, esperando que ocurra algo más. Quizá algún día pase.

Me gustaría pensar que al final todo saldrá bien, y si no sale bien es que aún no es el final.



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