lunes, 13 de agosto de 2012

Cosas de niños

Ayer fui un lienzo lleno de colores, de historias y personajes, hoy he sido una princesa que ha luchado contra un escratifaloide de cuernos anchos y lo ha derrotado, mañana...mañana no sé qué seré, quizás me convierta en un portero de fútbolmano, en una bruja con pelos de espagueti o en un robot con pies planos. Con estas pequeñas personitas nunca se sabe.

Estas criaturitas que dormidas parecen tan adorables, tienen mucho peligro, mucha imaginación y muy poca consciencia de la fuerza con la que juegan. No es la primera vez que, siendo un luchador de sumo, se me tiran encima más de cien kilos de puro niño, no contentos con ello, uno empieza a hacerme cosquillas, otro me da puñetazos de mentira y el último se dedica a robarme la nariz. En esos momentos no me queda otra que empezar a reírme a carcajadas e intentar pedir socorro, deseando en el fondo que nadie venga a ayudarme, y me dejen tranquila con ellos, porque merece la pena ver sus risas incontrolables cuando pido ayuda, cuando se piensan que me tienen reventada,...lo que ellos no saben es que, cuando los escucho divertirse así, soy la persona más feliz del mundo.

Ya puede ser el día en que más triste estoy, esos días en que sólo tienes ganas de llorar y todo te recuerda eso que te hace sentirte mal, que con solo oír sus vocecitas gritando: "¡¡¡Ya está aquí!!! ¡¡¡Ya está aquí!!!", se me olvidan todas las penas. Ver sus caritas, con los ojos entrecerrados y una sonrisa de oreja a oreja mientras se ponen a correr hacia el balón, la ilusión que reflejan sus miradas cuando intento pillarlos y creen que se escapan de mí porque pueden correr más que yo, las risas sonoras que retumban en mis tímpanos cuando, al entrar en el salón, uno se me echa a los brazos y otro se sube a mi espalda, mientras el tercero viene a saludarme con un gran beso y un abrazo. Esos momentos no tienen precio.

Cada día doy gracias a Dios por tener a esas tres personitas en mi vida, ojalá pudiera disfrutar de ellos más de lo que lo hago. Nunca podré agradecerles todo lo que me están enseñando.

Cómo no, para esta entrada traigo una frase de Paulo Coelho que expresa todo lo que quizá no he sabido decir: "Un niño siempre puede enseñar tres cosas a un adulto: a ponerse contento sin motivo, a estar siempre ocupado con algo y a saber exigir con todas sus fuerzas aquéllo que desea".


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